Era un día cualquiera en la mar,
el sol y el horizonte se hacían el amor,
la costa arrojaba murmullos sin más,
dolorosos versos que acopian su voz.
allí frente a un barco,
ella vestía de amor,
despedía a aquel
dueño de su corazón
aquel joven viajero
con ansias de conocer.
Y pasaron meses y como le prometió
ella jamás en su vida olvidaría su voz
que prometía contra toda tempestad
volver a ella a besarla ¡oh soledad!
Y pasaron cien lunas,
y pasaron cien mareas,
y ahora siempre espera,
desde aquel viejo balcón,
de la ventana a su amor,
ansía oír de nuevo su voz.
Y aunque la lluvia lave su ventana,
y aunque se moje diario de soledad,
ella emprendió viaje a su propia mar,
mar de recuerdos; besos, caricias y más.
Aunque el horizonte le arrancó a su amor,
besos al aire le regresan de nuevo su voz,
¿donde cenarás, amor, esta noche sin mí?
Quizás en españa, o en algún café de parís.
y aunque un horizonte me separe de tí,
sé que en tu cuarto hay una foto de mí,
y si bien la mar, te separará de mí hoy
junto a la mar paseabamos bajo el sol.
Y si la mar te hace
olvidarte de mí, amor,
siempre podrás volver,
te esperaré bajo el sol,
aunque ya no quieras,
aunque ya no puedas...
Y cuando al fín llegues, amor viajero,
ya capitán, para siempre de mi corazón
te aventurarás cada mañana en mi mar,
prometeme que ya no habrá tempestad.
Y pronto darás cuenta...
...que tú y yo somos la mar.