I
Lacrimosa Dies illa,
qua resurget ex favilla,
judicandus homo reus,
Huic ergo parce, Deus.
Pie Jesu Domine,
dona eis requiem.
II
el encanto de esta vida, es que en la vida misma,
cada palabra, cada silencio,
cada deseo, cada recuerdo,
se va contígo, cuando tienes que irte.
cada poema que recitaste a la vida,
cada sonrisa que regalaste a un amigo,
cada palabra que diste, que sirviera de aliento,
se queda con ellos, después de tu despedida.
III
es la naturaleza de la vida misma,
el que cada saludo implique una despedida,
el que cada amanecer conlleve a que caiga la noche,
e incluso la más bella rosa deba marchitarse.
y es tan inevitable, que detenerse a lamentarse
opaca la belleza del ocaso mismo,
pues si la vida acaricia por igual a todos,
su suspiro se extingue de igual manera,
para poder acariciar a otro.
IV
y me despido, por que sé que aunque no me escuchas,
y sé que mis palabras se desvanecen en la merced del viento,
en lo profundo de ellas, y en lo profundo de mi ser,
habitarás en los sueños que hiciste realidad,
en cada recuerdo que construiste y dejaste atrás,
en cada paso certero que caminaste a mi lado.
V
y mientras haya corazones para albergarte,
y memorias para refugiarte,
tú, amigo mío... serás inmortal.
Dona eis Requiem.
Ludwig van Kinder